abril 19, 2007

Entrevista al Psiquiatra Claudio Naranjo



"Para cambiar la educación

es necesario cambiar

a los educadores"

Chileno, psiquiatra y estudioso de las tradiciones espirituales orientales, Claudio Naranjo vino a Santiago para asesorar al Ministerio de Educación y afinar detalles para la próxima aparición de sus libros en Chile bajo el sello Dolmen.



Por su aspecto y su currículum Claudio Naranjo tiene mucho de gurú. Habla lento, revisa sus palabras, viste relajado y para colmo usa barba blanca. Esa es la superficie, la trayectoria pone el resto. Sus primeros pasos en la psiquiatría los dio bajo la supervisión de Ignacio Matte-Blanco; los siguientes los daría lejos de Santiago. En Estados Unidos se transformó en uno de los pioneros de la psicología transpersonal, integrando espiritualidad y psicoterapia. Alcanzaría fama fuera del área netamente académica a través del desarrollo del eneagrama, un estudio de la tipología humana que integra tradición espiritual y medicina moderna.

Presentado como "un representante del cristianismo esotérico", Naranjo explica que esta es una corriente que surge con Gurdjieff, "maestro que apareció poco antes de la Revolución Rusa y a través de quien se difundió una misteriosa escuela cimentada sobre la tradición sufi". Para rastrear los orígenes de esta tradición asociada comúnmente al islam habría que remontarse a la cultura babilonia. Mucho antes del misticismo surgido de la religión de Mahoma. "A mí me parece que en los evangelios la visita de los Reyes Magos indica la forma en que llega a Jesús una tradición formativa que viene de Persia". El estudio de la espiritualidad primero se dio a través de los libros, y luego por el contacto personal. Oscar Ichazo, "boliviano a quien le debo mucho en mi proceso personal", le enseñaría la aplicación del eneagrama a la personalidad, "algo que ahora se ha transformado en una especie de movimiento cultural. Yo fui quien por primera vez formuló las descripciones de los caracteres que Ichazo no había puesto en palabras".



- ¿Cómo se aplica en la terapia psicológica esta tradición espiritual?



- Todas las tradiciones espirituales tienen una implicación terapéutica. En lenguaje cristiano normal, si uno llega a Dios los problemas humanos se hacen insignificantes. Es como llegar a un océano donde toda pequeña polución pierde importancia. Se puede decir que existe curación por el espíritu. Los únicos que han tenido éxito masivo en la recuperación del alcoholismo han sido los grupos evangélicos. Quienes sufren de alcoholismo se ven arrastrados por un entusiasmo religioso que puede más que el llamado de la adicción que es un llamado del cuerpo. Al mismo tiempo las tradiciones han pretendido algo más que la mera terapia. Porque la terapia pone mucho hincapié en la adaptación a la sociedad y en el bienestar, y las tradiciones espirituales pueden sacrificar esos objetivos. Un ejemplo de esto es la vida ascética. A veces una cierta medida de inadaptación a la sociedad es vista como parte de la salud espiritual.



- ¿El eneagrama existe sólo como herramienta terapéutica o también como origen de investigación en torno a esta tipología de caracteres humanos?



- Es una herramienta de autoconocimiento, que en su contexto original era de utilización más espiritual que terapéutico. En la concepción espiritual el dejar el ego de lado es un primer paso. Pero no termina el proceso en desprenderse de la enfermedad. Lo que en el camino espiritual es un medio, en la terapia es valioso en sí mismo. Respecto de su pregunta, debo decir que la investigación es algo que me ha interesado mucho - alguna vez fui un investigador en sicología de la personalidad- , pero aunque me ha interesado mucho por diversas razones he dejado investigaciones inconclusas a través de mi vida. He tenido una carrera de investigación sumamente accidentada.



- Desde fuera, ¿qué áreas de investigación en psicología le parecen interesantes, confrontadas con el gran desarrollo farmacológico de la psiquiatría?



- Creo que la psiquiatría moderna se está apoyando más y más en la psicofarmacología. Esto es algo coherente con el sistema económico que vivimos. Las compañías de seguros, la previsión social apoyan más la solución rápida. Así como se han sucedido tantas escuelas psicológicas desde el psicoanálisis hasta hoy, en la actualidad si uno se pregunta qué está de moda: ¿Los jungueanos? ¿Los reicheanos? ¿Los gestálticos? Pues ninguno de ellos. Lo que hoy está de moda es el Prozac.
Esto responde un poco a que el médico se ve encajonado en un sistema de consulta rápida. No hay tiempo para psicoterapia, esta resulta muy cara. Frente a esto yo propongo algo nuevo. El trabajo que desarrollo actualmente es un mosaico de muchos recursos que reúno para poder producir una bomba que en poco tiempo permite hacer desde la profundidad aquello que los fármacos logran en forma paliativa.



Psicoterapia colectiva



- ¿Lo que usted propone es a través de la psicoterapia individual?



- No. Hace muchos años dejé las consultas individuales. Tal como mi maestro Fritz Perls (con quien trabajó en el Instituto Esalen) llegó un momento en que la dejé por no creer que tenga la misma efectividad que la terapia de grupo. La cercanía de otras personas permite mantener un nivel de compromiso mayor. En la terapia individual es más fácil perder al paciente, quien en el momento de llegar al centro de su problema debe decidir entre el cambio o defenderse del cambio. La defensa puede tomar la forma de deserción de la terapia. Abandonar la terapia es más difícil cuando se está en un grupo, porque el individuo en grupo es más fácilmente apoyado en sus tendencias evolutivas.



Por otra parte, el énfasis que yo hago en mi trabajo lo hago en la parte caracterológica. Actualmente la psiquiatría norteamericana esta formulando una serie de perturbaciones aisladas como si fueran unidades independientes unas de otras. Yo postulo que en la base de todo está el carácter, y que la neurosis de fondo siempre es caracterológica. Hay quienes piensan que la neurosis de carácter es una complicación, pero yo tomo el punto de vista opuesto, alineándome al pensamiento de gente como Wilhelm Reich. Todos tenemos un problema de carácter, aunque a veces son más visibles. Esto se refleja a veces en neurosis de angustia u obsesiva. Otras veces solamente en perturbaciones en las relaciones humanas. En otras ocasiones ni siquiera molestan, y son invisibles cuando la neurosis de carácter del individuo está en sintonía con la sociedad. Un ejemplo de esto es el carácter norteamericano: eficiente, volcado al éxito y al dominio del ambiente. Una personalidad consonante con eso se considera una persona tan sana que no hay un cuadro clínico en el manual diagnóstico norteamericano DSM-IV (parámetro universal en el diagnóstico de enfermedades psiquiátricas) para ese tipo de personalidad, que yo conozco muy bien porque me guío por el eneagrama que es un mapa más universal.



- ¿Existen actualmente variaciones culturales importantes como para decir que el DSM- IV no pueda utilizarse en culturas distintas de la norteamericana?



- Hay cierta universalidad... pero hay puntos ciegos. Existen dos caracteres que son poco visibles para este manual. Uno es la personalidad modal norteamericana, este carácter hollywoodense de la persona orientada al éxito del que ya hablé. Otro carácter invisible al manual diagnóstico que es el de la persona abnegada, como tantas mujeres que viven para sus hijos, la familia, postergándose a sí mismas. Eso parece simplemente una virtud, amor cristiano. Pero en muchas personas es una forma de adormecimiento interior y de un espíritu servicial compulsivo. No cumple ese ideal cristiano de amar al prójimo como a sí mismo, sino que lo aman demasiado más que a sí mismos, son personas autopostergadoras.



- Si no dependen de la adaptación social, ¿de qué depende entonces el criterio psiquiátrico para la normalidad y anormalidad?



- Yo critico a la psiquiatría y a la educación porque se han puesto demasiado al servicio de la socialización. Es un criterio que se ha sobrevalorado demasiado. Una persona que es saludable tiene una capacidad de adaptación al medio, pero la psiquiatría ha puesto demasiado énfasis en que la persona se adapte, que rinda en el trabajo y haga dinero. Yo creo que la máquina socioeconómica nos está atrapando, y eso es parte de una patología colectiva, como una enfermedad compartida, que se expresa no sólo en que las personas están sufriendo más malestar, aumentan los índices de enfermedad mental, sino que hay patologías del sistema, manifestaciones a nivel colectivo.



- Si no se utiliza el parámetro de adaptación, ¿cuál es el alternativo?



- Bueno, el bienestar es un contrapunto a la adaptación, pero también es relativo. La evaluación del progreso del individuo es un asunto muy delicado en psicoterapia. Es como el problema de la calidad del arte, escapa a las mediciones. Sólo una persona despierta puede entender a otro que está despierto, pero también sólo una persona que tiene una profundidad espiritual puede entender lo que al otro le falta. Esto se podría traducir a términos terapéuticos, en que la persona que a través de un conocimiento de sí mismo, de su progreso humano, está más avanzada, entiende lo que al otro le falta. Un especialista no necesita una vara de medida extrínseca.
Lo mismo que en la psiquiatría pasa en la educación, que favorece todo lo que vaya a tener en último término un reflejo tecnológico, un progreso económico. Se desatienden los factores motivacionales, la relación humana. Esa es la educación que apoya el Banco Mundial.



La educación y los educadores



- ¿Cómo se interesó en el tema de la educación?



- Creo que cuando se me encomendó el primero de los libros que escribí, "La única búsqueda". El Stanford Reserch Institut (SRI) me pidió que revisara todas las técnicas contemporáneas de desarrollo humano tanto surgidas del mundo de la terapia como en el de la espiritualidad y de la educación, en busca de ciertos principios comunes. Esto fue escrito en los 60, cuando estábamos en medio de esa proliferación de escuelas que se asocia con el nacimiento de la sicología humanista. Investigando apareció muy claramente que aunque existan tres instituciones tan diversas - la que se ocupa de la salud mental, la que atiende la educación y la religiosa- , las tres son acercamientos a una misma realidad que es el desarrollo humano. Deberíamos tener una visión más interdisciplinaria de eso. Después escribí un libro que lo llamé "La agonía del patriarcado" e incluí en él una conferencia que me pidieron en un congreso de educación holística en EE.UU. Elaborar esta conferencia me hizo reflexionar lo que había sido mi trabajo desde un punto de vista educacional.



- ¿Hacia dónde apuntaría el cambio en la educación?



- Que deje de ser un traspaso de información. Educación en un sentido amplio de la palabra es algo que propende al desarrollo de las personas, pasa por una actitud más holística. Tiene que incluir los factores afectivos.
Hoy en día tendría que entrar lo espiritual a la educación - que se separó de ese ámbito con la separación del Estado y la Iglesia- no a través de una iglesia, sino a través de una visión transistémica, una actitud más universal. Y también de cierta experiencia espiritual a través de los ejercicios espirituales básicos que todas las tradiciones comparten: trabajar en las propias conductas, acercarse a lo que vagamente se llama "lo espiritual". Esto todas las tradiciones lo tienen, aunque hablen o no de un dios personificado.



- ¿Ha tenido usted experiencia en aplicar la terapia en la educación?



- Por mis cursos han pasado muchos educadores a través de estos últimos 15 años. Ellos reiteradamente me dicen cómo les cambia no sólo la vida personal, sino que les da más capacidades para su trabajo. Solamente ahora en Chile estoy en una situación nueva, en donde el ministerio me está apoyando, y me ha pedido que haga un trabajo con formadores de profesores. Por primera vez estoy trabajando a ese nivel con un amparo oficial. Siento que es importante que los educadores que hacen esta experiencia no se sientan aislados, sino que se sientan protegidos por el sistema. Incluso que hacer este curso les beneficie de alguna forma con becas.



- La reforma educacional del ministerio está apoyada por el Banco Mundial, pero usted es un crítico de la orientación del sistema educacional apoyado por este organismo. ¿Cómo encaja su visión en este esquema?



- No puedo decir que sepa profundamente qué pasa en el Banco Mundial. Por una parte hablo con educadores que me dicen que la política efectiva de lo que se hace va por esta línea de la racionalidad, de privilegiar la educación científica pasando por alto esta opción holística que es educar a la persona tomando en cuenta que no es sólo intelecto, sino cuerpo, emoción y espíritu. Por otro lado estuve en una conferencia en la Cepal y me emocionó oír al representante del Banco Mundial hablar de todas las cosas que me gustaría decir: cómo la economía tiene que humanizarse, cómo hay un abismo entre espiritualidad y economía, y que el desafío de nuestro tiempo es cerrar ese abismo. De modo que no puedo menos que darme por enterado de que hay gente en el Banco Mundial que también critica lo que actualmente se está haciendo. Espero que esto no sea mera retórica.



- ¿Usted ha tenido contacto con profesores de aula? ¿Cuál ha sido su percepción de la actitud de ellos frente a la reforma?



- He tenido un contacto bastante íntimo con los profesores. Se supone que un profesor es una persona que ha alcanzado un desarrollo suficiente como para poder educar y no solamente ser una máquina de transmitir información. Los educadores no se sienten en esa abundancia interior, se sienten bastante raquíticos como personas, y si hablamos en términos psiquiátricos, bastante enfermos. Desean de una actividad que no sea sólo asistir a cursos sobre cómo controlar a los estudiantes. Así que ellos con mucha gratitud recibirían más de esto de lo que yo he venido a entregarles un poco.



- ¿Cuál es el método que usted propone?



- He ido refinando un método terapéutico que es muy económico. Son terapias de 10 días al año, durante 3 años sucesivos. Lo que propongo es un sistema muy poderoso. Me gustaría después de décadas de trabajar en el extranjero dejar este sistema como un legado, porque yo sé que funciona y sé que podría formar a más personas para llevarlo adelante.
La idea es visitar a las principales universidades formadoras de profesores y darles diez días al año, algo que no es tan caro, para un año entero de formación. Para cambiar la educación es necesario cambiar a los educadores; no es tanto el currículum como la persona que lo hace. Ahora se habla de las transversalidades, que mientras se enseña historia o matemáticas se están transmitiendo ciertos valores. Esto está muy bien en teoría, pero eso sólo lo puede hacer la persona que encarna esos valores.